Desde el día de nuestro nacimiento, cambiamos constantemente. Mutamos, primero de acuerdo a los procesos fisiológicos y luego a las circunstancias en que vivimos. El cuerpo crece, las emociones maduran, nuestra capacidad de expresarnos se desarrolla y de adaptarnos también. Esta es nuestra transformación – la metamorfosis de un niño en un adulto pleno, completo, libre y feliz. La mariposa es el ejemplo extraordinario y bello de nuestro crecimiento y de nuestros poderes plenos y formados – todos deseamos cumplir con esta cambio y levantar el vuelo de la edad adulta.
Sin embargo, al parecer, como adultos ya no somos tan sensibles al entorno, ya nos adaptamos y llega el turno de marcar las pautas y reglas. Comenzamos a controlar el entorno, el mismo que nos ha moldeado. Primero tratamos de controlar a lo que se deje: familia, amigos, compañeros, vecinos, luego pasamos a novios, novias, grupos con los que nos vinculamos – de trabajo, sociales – todo el mundo tata de dejar huella y de marcar el terreno.
Los que no lo hacen es porque o ya saben que eso no opera y no hay manera de transformar el entorno o no se dieron cuenta pero a cambio sufren por ello enormemente.
Es que en nuestra cultura el control lo es todo. El que tiene el control es el vencedor.
Nuestra civilización – la occidental, desarrolló la cultura del control. Desde las oscuras eras medievales, el hombre buscaba controlar la tierra y la familia – su pequeña sociedad. Pero eso no es nada excepcional. Todas las grandes civilizaciones nacieron a partir de la cultura agraria, es decir del control de la tierra. Aquí el tema es que nosotros fuimos mucho más allá. Ahora tratamos de controlar el tiempo, la sociedad, los países.
A finales del siglo XVII, la revolución industrial cambió por completo la mecánica de nuestras vidas. Y después, ya de manera vertiginosa, seguían los cambios: revolución tecnológica, informática y finalmente la globalización que a nosotros – los usuarios ordinarios, nos deja descerebrados, sin la capacidad de lógica y sin criterios individuales. Esa es la era de la revolución de la comunicación digital.
Y todo eso es la manifestación del deseo del control.
Así que retornando a nuestro crecimiento como individuos maduros, adultos y completos.
¿No les parece ridículo pensar en el orgullo de sentirnos avanzados y libres cuando en realidad somos víctimas de nuestra propias vidas? Estamos por completo consumidos por las reglas de la sociedad.
Entonces resulta que nuestro cambio, la transformación que hemos vivido, al madurar nos lleva a una trampa dónde, buscando como controlar el entorno nos olvidamos de controlar nuestro interior. Quedamos atrapados en nuestra madurez y vivimos problemas que no son nuestros.
¿En qué nos hemos transformado? En el producto de la sociedad y no encontramos felicidad ni plenitud. Ni siquiera bienestar está allí.
La metamorfosis, de un niño, adolescente, joven adulto – nunca terminó. Quedamos atrapados como crisálidas en nuestros capullos, prisioneros de nuestros deseos, fantasías, miedos y angustias.
¿Te acuerdas de la película Matrix, donde los humanos en realidad vivían en los capullos y servían como fuente de energía? Pues parece que es más real que ilusorio.
¿Y entonces cuándo nacerá la mariposa?
La mariposa nacerá cuando te darás cuenta que todas las respuestas están en el interior, y no afuera.
Medita