Muchas veces nuestros esfuerzos por recuperar el equilibrio físico, emocional o de la mente no resultan porque buscamos arreglar las cosas, sanarlas, en un lugar equivocado. Por ejemplo, cuando la relación con tu pareja se vuelve dolorosa, tratamos de arreglar la relación (léase a la pareja) o tratamos de cambiar lo que sentimos en esas circunstancias. Para nada de eso resulta y el dolor, el sufrimiento, continúan. Entonces, ¿qué es lo que debemos sanar?
Cuando estamos en un estado saludable, todo debe funcionar perfectamente bien. ¿Porqué? En el artículo anterior, Aprende a sanar, comenté que tanto la realidad como el cuerpo, las emociones y la mente son parte de un todo, del mismo todo. Ahora quiero enfocarme en cómo sanar cada una de las partes de ese todo.
Por un lado está el cuerpo – nuestra parte externa, aquella que se relaciona físicamente con la realidad, aquello que uno ve y otros ven también. Luego hay lo interno – aquello que sentimos, que pensamos , que imaginamos – nuestro interior que expresamos con las palabras, gestos y actitud, aquello la gente “siente” de nosotros – la energía. Finalmente está la mente, lo secreto – la visión que tenemos de nosotros mismos, las creencias, educación, cultura costumbres y esperanzas y fantasías.
Y luego está la realidad que perece separada de nosotros, algo que está allá afuera, independiente y donde nos movemos en busca de felicidad y encontrando sufrimiento.
¿Qué es lo que debes sanar? ¿Lo secreto, lo interno, lo externo o la realidad?
Dicen las enseñanzas de los tantras tibetanos que los tres cuerpos están unidos de manera inseparable: lo secreto (la mente), lo interno (la energía) y lo externo (el cuerpo) y que los tres participan activamente en la creación de la realidad de uno. Cualquier cambio en una de estas tres dimensiones de uno, donde la vida misma se manifiesta, afecta instantáneamente a los otros dos.
Es decir:
En cualquiera de los casos cambiará la forma en la que se manifiesta nuestra realidad.
Si uno tiene buena actitud, buenas emociones y la mente clara, la realidad se manifiesta de manera plena, agradable y accesible. Si, al contrario, la mente está confusa, en caos, nos llenamos de estados negativos como agitación, miedos o emociones negativas y el cuerpo genera postura y actitud relativa a esos procesos internos. En tal caso la realidad no será agradable ni confortable. Será agresiva y difícil.
En estas circunstancias está claro que el dolor y el sufrimiento siempre están en la parte interna, donde los sentimos, y nacen en la parte secreta – en la mente. Así que podemos asumir que la realidad, esa dolorosa y llena de sufrimiento, es resultado de la manera en la que funciona lo secreto – tu mente, lo interno – tus emociones y pensamientos (tu energía) y lo externo – tu cuerpo y sus actos.
Aquí está la clave para la respuesta porqué meditamos para sanar.
Para sanar, en vez de insistir en cambiar la realidad, en vez intentar de desarrollar otras actitudes, en vez de tratar de cambiar la relación y los sentires (transformar el odio en amor), trata de generar en tu mente estados positivos y refúgiate allí.
Aún viviendo situaciones difíciles que desarrollan emociones negativas, llenan tu mente de pensamientos y crean actitudes destructivas, y te llevan hasta a enfermarte, desarrolla la mente positiva.
La mente es la fuente primaria de todo. Si logras arrancarle ala vida y al desequilibrio unos minutos para sentirte en paz, con plenitud, seguridad, serenidad, gozo, alegría – logras desencadenar reacciones muy poderosas en tu mente, tus emociones, en el cuerpo y en tu entorno.
Este es el sentido de sanar: recuperar la conexión contigo mismo, dónde hay grandes yacimientos del bienestar y de cada uno de los componentes de la felicidad.
Y recuerda: si llevas a tus tres dimensiones: externa, interna y secreta al equilibrio – este es el proceso de sanación, y la realidad misma, tu entorno, te apoyará en eso.