La calma hace espacio en la mente, hace surgir todo el potencial vital que, entre otras cosas, puede traer la sanación. En vez de agobio – la presión interna que tiene confusión, dudas, emociones fuertes, la calma empieza por quietud – un estado hermoso donde nada se agita. La calma es un proceso que para nada está relacionado con lo externo. Una buena calma comienza en lo interno y se acomoda como paz en lo más secreto de cada uno: la mente.
Pero la paciencia es otra parte del remedio para sanar, más relacionada con lo externo que lo interno. La paciencia es una forma de ver la vida.
Cuando deseamos algo, creamos expectativas, esperanzas, fantasías – todo depende de que tan realistas sean nuestros deseos.
¿Pero qué pasa si los deseos tardan en cumplirse?
Por un lado comienza la caza y el esfuerzo por crear condiciones propicias. Nos esforzamos, forzamos a otros, usamos fuerzas alternas como veladoras, acudimos a oráculos, lectores del futuro, pasado y presente, lectores de la mano o de cualquier otra parte del cuerpo – todo con el objeto de asegurarnos de que va a suceder como nosotros lo planeamos, como lo deseamos.
Y nada. El amor tocó a la puerta de al lado, el dinero se fue en vez de llegar y en eso pasaron los años y años.
¿Te das cuentas que al vivir a través de las expectativas, esperanzas, deseos y fantasías te pierdes el presente?
Eso quiere decir que pierdes la oportunidad de vivir la vida misma en vez de vivir la fantasía.
Mientras que las expectativas rijan, uno desarrolla las mecánicas del control. Los criterios, los juicios son los que ordenan en la mente.
La paciencia es todo lo opuesto: ningún juicio, ningún criterio, ninguna mecánica de control puede influir en lo que uno percibe. Uno se vuelve intocable, estable, sólido, inamovible – como una montaña profundamente enraizada en la tierra. La paciencia no es actitud, es un estado de la mente inmutable.
Ningún dolor ni sufrimiento, ni el miedo, ni angustia pueden alterar ese estado de estabilidad profunda. Es allí donde surge la paciencia, sin expectativa, sin deseo, sin esperar nada, sin necesidad de cambiar nada. Solo dejando pasar cualquier cosa surja hasta que aparezca aquello que estabas esperando. Entonces lo tomas con plenitud y gozo – sea cual sea el final.
Mientras más esperas algo, más lejos estará de ti. El tiempo de espera se hace largo y comienza a llenarse de sufrimiento.
Por ejemplo ahora estamos viviendo la cuarentena. Después de unos días, algunos ya están cansados y desesperados.
¡Prueba la paciencia! Prueba mantener la mente en otro estado, de calma, de estabilidad, disfruta de los momentos vacíos de expectativas, de la necesidad de control. Date cuenta que en estos momentos tan vacíos de pensamientos, te encuentras bien, sin carencias. Y la paciencia nace a partir de dejar de generar cualquier actitud. No necesitas hacer nada. Ahora no tienes ningún poder sobre lo que está ocurriendo afuera, no puedes hacer nada. Es más nunca tuviste ese poder.
Así que genera la paciencia y permanece en lo que estás haciendo o no haciendo sin crear expectativa y disfrútalo. Recuerda: la paciencia es la mitad de la cura.
Si no estorbas al presente, el futuro llegará solo.
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