¿Qué hay después de la muerte?
Una pregunta cuya respuesta está envuelta en incertidumbre, dogmas, miedos y esperanzas. Esta sería una de las respuestas más importantes en nuestra vida, si la pusiéramos en la luz correcta. ¿Pero y quién se hace esa pregunta que no fuera en los momentos de fallecimiento de alguien más?
¿Realmente la consideramos en nuestras vidas?
Cada religión, dentro de sus dogmas ofrece una respuesta y éstas nos son muy distantes. Tal vez algunas son mucho más desarrolladas y otras simples pero todas ponen el peso sobre la vida para encontrar el sentido de la muerte. Pero luego, nos centramos en la vida y nos olvidamos que la muerte es parte de ésta. Y así llega el momento último y nunca estamos listos para cruzar esa puerta.
Sea lo que sea que haya de otro lado, es aquí, de este lado que podemos cambiarlo todo.
Esta frase es muy conocida en las órdenes de monjes y monjas católicos. “Recuerda la muerte”. Repetirla como un mantra les hacía desarrollar una visión libre de lo mundano. Pero su origen está en el imperio romano. Su sentido, claro y fuerte, revoca el pensamiento sobre la mortalidad y la fugacidad de la vida. Carpe diem es la locución del poeta romano – Horacio que sin ser tan dura y fuerte habla de lo mismo: atrapa el día, el presente, no te pierdas en las fantasías ni esperanzas, en lo fugaz.
Se dice que había esta costumbre entre romanos que cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía pronunciando “memento mori”.
Pero la cultura tibetana y el budismo, así como las enseñanzas provenientes de la India tienen un entendimiento mucho más vasto y menos fatalista de la muerte.
Considerando la ley del karma, se considera la muerte como parte sustancial de la vida y un momento de transformación para la siguiente vida. Así la vida de un individuo se vuelve solo parte de todo el fenómeno de la vida en sí que es una continuidad de vidas de muchas personas. Somos responsables de lo que queda de nuestra vida porque el ser que sigue, de alguna manera parte del punto donde quedamos nosotros. Así continuamos sumando las experiencias, las tendencias. Cuando nacemos, somos el resultado de todas las vidas anteriores, cuando morimos, heredamos la esencia a la siguiente forma que tomamos.
En realidad somos todas esas personas. Es el ego que muere, los recuerdos, el conocimiento. Queda una base en la que la consciencia vuelve a despertar pero esa base no está vacía – tiene la esencia de lo anterior.
Esa esencia no son recuerdos ni el conocimiento. Son nuestras tendencias, nuestros miedos y deseos, las mecánicas internas que nos han movida en la vida anterior y le daran forma a esta siguiente vida así como al cuerpo. No es destino, es simple resultado.
como dice Lama Tenzin Wangyal Rinpoche: “de una semilla de frijol nace frijol y no una flor de loto”.
Este ciclo de la vida y muerte y la siguiente vida, cuando uno no está consciente de ello y sigue ciegamente los movimientos de la vida, se llama el ciclo del samsara. Un ciclo que indudablemente se caracteriza por el sufrimiento (lo opuesto al nirvana).
¿Podemos cambiar la siguiente vida?
Claro que si. solo si cambiamos nuestros actos en esta. As cambiamos la esencia y heredamos cualidades y no el sufrimiento, así la fuerza que te hace renacer estará marcada por cosa buenas.
Hay una cosa más que vale la pena mencionar aquí. Dado que no sabemos el momento de nuestra mente, no podemos programarnos para ello. Por eso vale la pena cultivar la vida de cualidades desde ahora para que cuando te sorprenda la muerte tu espíritu sea libre, ligero, cálido – listo para la felicidad y no lleno de rencores, ira, deseos – lo que te lleva al sufrimiento.
Así que “memento mori”, piensa en la muerte para que tu vida sea mejor.