Muchas veces me preguntan si uno no tiene condiciones para meditar (no tiene espacio, no tiene cojín) aún así puede meditar o no.
Pues la respuesta es que por supuesto que sí – puede meditar.
La meditación en el cojín, frente a tu altar o en tu espacio sagrado, genera el silencio de la mente y crea una adecuada actitud para un profundo encuentro contigo mismo. Estos son momentos de un entrenamiento de la mente y de grandes descubrimientos que marcan la pauta para el cambio en el practicante. Pero ninguna práctica sirve si no se integra en la vida diaria. Los invito a que busquen, a lo largo del día, la manera de reconectar aquello que encontraron en su práctica en el cojín pero esta vez en su entorno: en un consultorio médico, esperando su turno, haciendo fila en el banco, viajando en el metro, sentados en un parque o caminando.
No hay situaciones en las que no podrías reconectar las cualidades de la mente porque éstas siempre están disponibles para nosotros.
¿Y por que no caminar y escuchar el silencio en medio del bullicio de la calle?