En la época de la Grecia Antigua, el nivel del desarrollo cultural, social del Occidente y del Oriente eran parecidos. Desde entonces hemos pasado, en términos de la búsqueda de la felicidad, por altibajos. El Occidente y el Oriente se han alejado en la visión del mundo, la visión y el entendimiento del ser humano y del sufrimiento, en el entendimiento de las fuentes del sufrimiento y lugares donde mora la felicidad, así como en la manera de vivir y entender la vida misma.
El Occidente desarrolló la actitud de estudiar y dominar lo externo, la naturaleza, los objetos y los procesos, inclusive aprendimos las técnicas de dominar e influir en los demás porque creemos que la felicidad está afuera y tiene forma de objetos que debemos poseer o procesos que debemos controlar. Esa percepción continua y nos sigue obligando, como sociedad, a buscar la fuente de felicidad allá afuera. La clave común para todos era el tener: el que tiene más es más feliz.
Por el contrario, en el Oriente, los hombres buscaban las fuentes de la felicidad en su interior así desarrollando el entendimiento de la felicidad y del sufrimiento. Para ello, en vez de dominar la naturaleza y a los demás, los orientales desarrollaron herramientas para investigar ese interior inaccesible, secreto y oculto: la mente y sus movimientos. Para eso tuvieron que perfeccionar esas herramientas que les permitían accesar al interior de la mente y combatir los posibles obstáculos internos así como los secretos y ocultos demonios la mente.
Después de 20 siglos de estos caminos tan distintos y tan distantes, unos se volvieron especialistas en domar y sacarle el máximo provecho a la naturaleza, desarrollaron ciencia, sistemas económicos que llevan a la riqueza, sistemas sociales sofisticados, el consumismo, y escalas de valores globalizadas y muy dudosas; mientras que los otros desarrollaron la ciencia de la mente, la ciencia del cuerpo, el control de las emociones, conquistaron la paz de la mente y el conocimiento de la naturaleza del ser humano y… viven en la pobreza.
Ninguna de las sociedades encontró la felicidad, ninguna logró evitar el sufrimiento, todos seguimos en la búsqueda.
A mediados del siglo pasado, empezó un fuerte movimiento de intercambio: los orientales venían al Occidente para aprender de nuestra ciencia y los occidentales se iban al Oriente para aprender de la suya. Finalmente, todos comenzamos a beneficiarnos de este intercambio de visiones, experiencias y técnicas.
Así como nosotros hoy podemos meditar con las técnicas y conocimientos antiguos y tan sofisticados.