Sufrimos porque proyectamos el mito de la permanencia sobre una situación que en realidad está condicionada, desprovista de existencia propia, constantemente cambiante. Todas las cosas están relacionadas entre sí, interdependientes. No hay nada que exista de manera substancial y separada de nosotros en que podríamos apoyarnos y confiar. Samsara, “el ciclo del sufrimiento” es el resultado directo de nuestro deseo de la permanencia.
Contemplando la impermanencia, podemos ver samsara tal como es. Sus cualidades condicionadas producen un entorno inestable. Nuestra res´puesta a esa inestabilidad es el apego y deseo de solidificar el “yo”. El resultado es el sufrimiento porque nos relacionamos con las apariencias como si éstas fueran independientes y permanentes, cuando en realidad son lo opuesto.